sábado, 25 de mayo de 2013

Ser cristiano


Tras finalizar la lectura del libro Ave Cristo dictado por el espíritu Emmanuel a través de la psicografía de Chico Xavier, intento inútilmente contener las lagrimas que insisten en caer de mis ojos.  Leer la narración de las vejaciones, suplicios y muerte de los mártires cristianos y constatar que no hubo fuego, flechas o ataques de bestias salvajes capaces de hacer con que su fe temblase, invítame a ciertas reflexiones.

No pudo asegurar que el llanto vertido no sea fruto de un arrepentimiento, en caso de haber sido una de las personas que juzgaran a los cristianos primitivos, o quizás una de las que ha tomado parte en la multitud enferma que aplaudía y vibraba con esos espectáculos temerarios.

Me gustaría pensar que esa fuerte emoción en mí despertada se debe al gran ejemplo que ellos nos dejaron, pues amaban a Jesús, vivificaron sus enseñanzas y tal era su certeza de que ese era el camino correcto a seguir, que estaban dispuestos a continuar a seguir el Maestro aunque eso significase la perdida de sus propias vidas físicas. Eran concientes de los riesgos que suponía ser fieles a esos principios, pues eran tiempos de persecución brutal a los seguidores del Cristo.

Cuando arrestados, sabían que la única remota posibilidad de escapar de las tonturas y de la muerte era abjurar, pero para la gran mayoría de los seguidores del cristianismo primitivo, sufrir este martirio no era nada comparado al dolor de renegar al excelso Rabí.

Los tiempos han cambiado y en la actualidad ser cristiano no significa afrontar los horrores de los circos romanos, pero también implica muerte. Muerte del orgullo, del egoísmo, de la vanidad, de la prepotencia, y de todo lo que nos aleja de las enseñanzas del Maestro, y en consecuencia de Nuestro Padre. Porque muchos de nosotros allí nos encontrábamos encarnados en la época de Jesús y no aprendemos nada con Él. Ni siquiera fuimos capaces de retribuirle de alguna forma los venturosos momentos que disfrutamos de Sus inefables prédicas llenas de consuelo, porque en nuestras manos estaba no permitir que le hiciesen tamaña barbarie. 

Incluso la gran mayoría de los que habían sido curados por Él, hicieron oídos sordos a Su recomendación de que volviesen a sus vidas pero que cambiasen de conducta para que no volviesen a enfermar. El Espíritu Amélia Rodrigues nos cuenta en el libro Las Primicias del Reino psicografiado por Divaldo Pereira Franco, que el paralítico de Cafarnaum que fue introducido en la casa de Simón Pedro por el techo tumbado en un lecho y que de allí salió curado, utilizó sus piernas ahora sanas para llegar a un bar, donde contaba su encuentro con Jesús embriagándose de vino, música sensual y mujeres que hacían parte del comercio carnal.

Muchos de nosotros llevamos siglos, encarnación tras encarnación haciéndonos llamar cristianos pero que en realidad seguimos lejos de asimilar la propuesta de amor del Maestro. Fundamos religiones y construimos templos en nombre de Jesús, pero actuamos según nuestros intereses y bajo la bandera de Su nombre damos verdaderos ejemplos de intolerancia  y cometemos crímenes contra ese prójimo que Él nos incitara  a amar.

Gracias a la bendición de la reencarnación, aquí hoy nos encontramos un poco mejor que ayer pero aún sin profundizar las enseñanzas por Él impartidas. El Evangelio es todavía arma arrojadiza que utilizamos para criticar y juzgar al otro, pero que muy a menudo no aplicamos a nosotros mismos.

Algunos espíritas se alzarán y dirán que utilizan esta herramienta como poderosa terapia y que ya son conscientes de que los mensajes siempre deben ser primero aplicados a nosotros en primera instancia. Sin lugar a dudas, esto es una señal de progreso, pero ahora tenemos que preguntarnos se ponemos en practica los conceptos aprendidos o si son una vez más utilizados para alimentar nuestro orgullo al creer que sabemos más que el otro.

El cristianismo posee varias ramas y la verdad es que independientemente de la religión o doctrina a que pertenecemos, lo que os invito a reflexionar es si somos realmente dignos de hacernos llamar cristianos. Porque eso implica que somos seguidores de Jesús Cristo y que por lo tanto, tenemos que seguir Su ejemplo, tenemos que estudiar Sus enseñanzas y vivirlas. Es obvio que nos cuesta y que fracasaremos en muchas ocasiones pero tenemos la obligación de intentarlo con todas nuestras fuerzas. Es un camino arduo, de renuncia y sacrificio de nosotros mismos. Es esa puerta estrecha a que nos negamos a entrar. Pero es nuestra única oportunidad de abandonar ese lodazal en que nos metemos desde hace siglos, cada vez que elegimos entrar por la puerta ancha.

Pongamos ya a un lado esa excusa de que nunca seremos como Jesús y que decir esto es blasfemar y asumamos que  es solo una forma de acomodarnos al decir que esa es una meta imposible. Si realmente Lo aceptamos como nuestro Modelo y Guía, tenemos que abandonar esa postura y esforzarnos más, puesto que Él nos ha dicho que somos dioses, afirmando que no importa cuanto tiempo tarde pero que un día seremos perfectos. El día en que quitarnos las máscaras y mirarnos dentro de nosotros mismos, conociéndonos realmente aunque eso nos cause gran dolor, estaremos empezando el verdadero proceso de cambio.

Enseguida, debemos hacer el esfuerzo máximo de abandonar nuestras malas inclinaciones y aprender a ser humildes y sencillos como Jesús que vivió sin ostentación, que llevó a cabo todo lo que predicaba y que nos dejó la formula para vivir indefinidamente mejor: "Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo."

Delante de la propuesta de amar al prójimo como a nosotros mismos, surge la problemática de que muchos de nosotros no nos queremos y por lo tanto, querer al otro se convierte en una tarea que se presenta asaz dificultosa.

Pero, he aquí Jesús, el gran conocedor del alma humana, ofreciéndonos la formula para empezar a desarrollar ese amor, a través de la instauración del respeto mutuo: "...como querréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos." (Lucas, 6:31).

Así que es llegada la hora de decidir realmente que camino tomar. Nadie está obligado a seguir a Jesús, porque aún que Lo reneguemos, allí estará Él amparándonos los pasos inseguros. Y esos maravillosos seres que ya tomaron Su cruz y que fielmente le siguen, bajo Su dulce mando, a nuestro lado se encuentran a cada momento ayudándonos a avanzar.

Y en esta época de transición, debemos decidir se realmente queremos ser identificados como verdaderos cristianos, pues se es así, se hace menester que nos pongamos en marcha y que antes de cada acto pensemos como Él actuaría. Que recordemos a los cristianos primitivos que se reunían en las catacumbas para estudiar pero que también se dedicaban a cuidar del prójimo, cubriéndoles en la medida de lo posible, sus necesidades físicas y emocionales, con la inmensa alegría del deber cumplido. Sabían que arriesgaban a ser apresados, torturados y asesinados, pero no les importaba. No que no tuviesen miedo, era solo que sentían que merecía la pena. Porque nada se compara a la alegría de servir, de llevar una sonrisa amiga y un gesto de cariño a aquellos que sufren.  

Porque así vivió Jesús, llevando amor y esperanza a los corazones destrozados por la brutalidad de aquellos tiempos, y que aún que supiera que no sería comprendido y que acabaríamos utilizando mal su mensaje, siguió firme en su propósito de mostrarnos el camino de la verdadera felicidad.